lunes, 25 de mayo de 2020

Rescaten a los bares; Pedro Simón

En este país, los sucesivos gobiernos han salido al rescate de bancos, televisiones privadas, avifauna política de uno y otro plumaje y hasta de la Casa Real. Ya va siendo hora de que alguien acuda al rescate de esos lugares que nos atañen más de cerca: el bar.
 Un país que rescata las autopistas de pago pero deja en la estacada a sus bares no es un país de fiar. Es que no hay comparación posible: en el peaje de la AP-6 te cobran 12,50 euros y no te ponen ni aperitivo. Con ese mismo dinero gastado, en mi bar te invitan a otra.

 Así están las cosas hoy en la España asimétrica: en esa taberna tuya de toda la vida que nadie rescata te han fiado más que en el banco restacado.

 Viene el caso el alegato porque muchos han cerrado para no abrir y a otros les va a costar una barbaridad volver a hacerlo. Hasta 40.000 establecimientos peligran, calculan en el sector. Por eso este llamamiento líquido. Todos tenemos una madre, un dolorcito que viene de vez en cuando y un lado de la cama. Pero también tenemos un bar.

 Yo puedo permitir que en mi pueblo no haya peluquería. O incluso que no haya peluquería canina. Pero lo que no me puedo permitir es que no haya un sitio donde los amigos nos tomemos el pelo y la penúltima. No echo de menos que vuelva la actividad parlamentaria, ni otra campaña electoral, ni una primera comunión en mayo, ni un gol de Ramos en el descuento. Echo de menos el taburete, la caña helada bien tirada y los palillos.

 Cuando eres joven matas por tener un amigo pediatra. Cuando alcanzas cierta edad, te das cuenta de que lo importante es tener un amigo camarero. El bar es el único sitio del mundo donde dos personas pueden estar muy juntas aunque estén a dos metros de distancia.

 Cuenta Caballero Bonald que se podía tirar una tarde entera sin mediar palabra con su amigo Ángel González. «Podíamos estar horas acodados en la barra de un bar sin hablar, muy callados, el silencio es también una buena palabra. A cada rato yo le decía: ‘¿Qué hay, Ángel?’ Y él: ‘Aquí, Pepe’. Asentíamos. Estaba todo dicho”. Luego tomaban un trago.

Habrá un día no tan lejano en que volvamos a brindar y a contar botellines en vez de malas noticias. En que perdamos la cuenta y las llaves de casa, pero nos encontremos de nuevo. Porque no venimos a esta página a apoyar a nuestro bar (o no sólo).
Venimos a salvarnos a nosotros mismos.

Visto aquí, en El Mundo

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